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En las inmediaciones de Luquisani, a 260 Km de La Paz y a 12 horas de viaje por caminos sin mantenimiento, no sólo quedaron atrapadas 124 personas, sino también aquellos pueblos, como los mollo, que viven sin ningún servicio básico, igual que hace siglos.

Luquisani: atrapados por la historia
http://166.114.28.115/20030928/especial/especial02.htm

Evacuación: un jeep cargado sale de Luquisani

Juan René Castellón

La comisión de rescate llega a Chojñapata (a 150 Km de La Paz) a las 11.00 del jueves.

La carretera de tierra está cerrada con cientos de piedras. En el pueblo, unos 50 campesinos miran desconfiados. "¿Son de Derechos Humanos? Para nosotros nunca ha existido Derechos Humanos. No queremos verlos. Seguro que están yendo a rescatar a los k'aras y a los hacendados. No van a pasar. Fuera", arenga el presidente del comité de bloqueo, Alejandro Poma, en una improvisada asamblea.

Los miembros del Defensor del Pueblo, de Derechos Humanos (APDHB) y de la Iglesia quedan sin palabra. Entonces, los dirigentes de la Federación de Campesinos de La Paz Túpac Katari, que acompañan

a la comitiva, sacan un memorándum firmado por Felipe Quispe. Ese texto pide colaboración de las poblaciones a la comisión.

Era el único pase que podía permitir la continuación del operativo, pues incluso los campesinos decían que no tenían miedo de enfrentarse al Ejército si éste quisiera rescatar a los atrapados como lo hizo con aquellos que estaban en Sorata. "Estamos armados", señala un joven dirigente entremezclado entre los jilakatas.

Estamos frente a campesinos que, dicen los comentarios, comen gente. Que viven en la cima de la cordillera Real, en una especie de cañadón con muchas vertientes que permite crecer un pasto menudo. Que cultivan una tierra árida, con temperaturas bajo cero en invierno, con vientos permanentes y con llamas y vicuñas aún salvajes.

El pueblo no tiene una posta sanitaria ni un teléfono para comunicarse. Sí cuenta con una escuela de primaria. Los campesinos sólo hablan aymara, aunque uno que otro habla español con dificultad.

Pese a todas esas condiciones, vociferan con ánimo beligerante en contra de la venta del gas, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), la Ley de Seguridad Ciudadana y el Nuevo Código Tributario.

En ese primer encuentro, los campesinos insistieron en denunciar que cientos de kilómetros más adentro, en la provincia Muñecas, aún persisten grandes haciendas que pagan el trabajo con alimentos.

El camino

En ese punto la comitiva estaba en mitad del viaje. Las dos vagonetas del Defensor, la camioneta de Derechos Humanos, la vagoneta de la Iglesia y el minibús de La Prensa habían superado los bloqueos de Kalachaca (el cuartel indígena) y de Chejepampa.

En adelante, el camino se tornó sinuoso e interminable. Durante dos horas, la caravana avanzó por la cima de la cordillera, en un terreno desierto sin árboles ni casas y con sólo llamas y vicuñas pastando en la lejanía. Luego, el descenso y el ascenso intercalado por altas pendientes, bordeando uno y otro cerro de una hilera infinita, por caminos con profundas huellas, lo que demuestra el bandono.

Después de 12 horas de viaje aparece el verde de los valles de Chuma, que es la entrada a una serie de pueblos dispersos en las laderas de una cadena montañosa que concluye en Ayata: el último rincón de la cordillera, ubicada detrás del Illampu. Uno de esos pueblitos es Luquisani (a 260 Km de La Paz).

Aquí, lo primero que llama la atención es la presencia de campesinos ataviados con la tradicional vestimenta de la cultura mollo, aquella que vestían cuando los españoles invadieron estas tierras. Las mujeres: faldas lisas de bayeta de colores hasta el tobillo y blusa con bordados y pliegos en las mangas (como de los caporales) y sombrero blanco plano. Los hombres visten de bayeta negra, con pantalones que les llegan hasta las rodillas. Sólo hablan quechua y aún practican el trueque en las ferias semanales.

Mientras ellos están en sus actividades cotidianas (preparan la tierra), más de 100 residentes deambulan desesperados detrás de la comisión implorando el rescate. Los principales activistas del grupo son las familias Larrea y Jové, nietos de los primeros colonos que compraron las tierras a los ex hacendados, pero que heredaron la tradición de hacerse servir con los campesinos a cambio de la alimentación.

Aunque, los campesinos están organizándose. El ejecutivo de Luquisani, Zacarías Ayala, anuncia que marcharán a los puntos de bloqueo para "evitar la venta del gas, el Área de Libre Comercio y nuevos impuestos". El mismo discurso de sus pares de la cordillera.

Los representantes de la comisión retornan a Luquisani, desde Chuma, a la 01.00 del viernes. Han fracasado por segunda vez. Fueron a convencer a uno de los hermanos Vera para que evacue a los varados en la única flota que está en la zona.

La familia Vera tiene el monopolio del transporte masivo. Los dos hermanos son dueños de las dos únicas góndolas que viajan al sector, dos veces por semana. Debido al bloqueo, una quedó en La Paz. Pese a todos los argumentos, el dueño se niega a salir. Teme que los campesinos de Chojñapata le destrocen el carro, en represalia, porque nunca los ha "levantado".

Debido a la demora de la evacuación (retraso atribuible a la comisión porque no previó la falta de transporte), nosotros salimos de la zona solos.

Las demandas

Llegamos a Chejepampa (130 Km La Paz) a la 01.30 del sábado.

En medio de la oscuridad, vemos que la carretera está bloqueada con enormes rocas de unmetro de diámetro a la salida del pueblo. Cuando intentamos retirarlas aparecen campesinos. "¿Dónde están los otros vehículos de la comisión? Van a pasar con ellos. Queremos entregar nuestro pliego a los medios de comunicación, queremos que sepan que estamos bloqueando", señala un dirigente.

Allí se han reunido también campesinos del cantón Chuchulaya de la provincia Larecaja. Las mismas concentraciones y las mismas demandas vimos y oímos en Cruz Pata y Chuina (provincia Camacho), antes de salir a la Cumbre.

Estos pueblos sin luz, sin agua potable, sin teléfonos y sin postas sanitarias, olvidados de las autoridades y de la historia, quieren aprovechar el bloqueo para hacer conocer sus necesidades y demandas.

Tienen la esperanza de que los medios de comunicación hablen de ellos y que, algún día, disfruten de servicios básicos, buenos caminos y riego.


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