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Jueves, 15 de septiembre de 2005

Expertos y activistas franceses, un funcionario de la ciudad de Grenoble y dirigentes sociales de El Alto responden a la pregunta este viernes en una mesa redonda

Privatizar el agua: ¿Una alternativa para los pobres o un negocio de las transnacionales?
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Los impulsores de la privatización del saneamiento básico suelen afirmar que las empresas privadas proporcionan servicios con mayor eficacia y calidad y que prestan más atención a las necesidades de los clientes. Es más, algunos defensores de credo privatizador se animan a afirmar que la única forma de proporcionar agua y alcantarillado a los más pobres es accediendo a las "inversiones" extranjeras, pues los Estados no están en condiciones de financiar obras de gran magnitud. ¿Cuán cierta es esa suposición? Activistas de la Fundación de Danielle Mitterrand, un funcionario del municipio de Grenoble, la directora de Aguas de París y dirigentes de la Fejuve de El Alto responden a las interrogantes este viernes.

Antoine Kuhn, gerente de Aguas del Illimani (AISA), fue invitado a participar de la mesa redonda que se realizará en el Auditorio del Palacio de Comunicaciones (frente al Obelisco) a partir de las 18:30, pero el funcionario prefirió no debatir. Es así que Jean Luc Touly, presidente de la Asociación para un Contrato Mundial del Agua; Raymond Avriller, vice intendente de Grenoble, la ciudad que revirtió una concesión de la Suez; y otros activistas de la Fundación Mitterrand, en compañía de Abel Mamani de la Fejuve de El Alto y de Toribio Hinojosa, de la Fejuve de La Paz, expondrán las razones y enumerarán los ejemplos que confirman que la administración privada de los servicios públicos casi nunca es exitosa. Sobran los ejemplos.

La privatización en Cochabamba aumentó hasta en 200 por ciento el precio del agua. En Conakry, Guinea, subió 500 por ciento en sólo cinco años. La población de Nairobi, Kenia, paga cinco veces más por un litro de agua que un norteamericano.

El gobierno búlgaro vendió la deficitaria International Water Ltd., con 1,3 millones de clientes, a un licitante privado, pero sin revelar al público quiénes eran los nuevos propietarios. En Bulgaria, el monopolio privatizado del agua elevó los precios dos veces en un lapso de tres años, a pesar de que el contrato estipulaba la estabilidad de los precios. Antes de ser vendida por segunda vez en 2002, la compañía privada del agua de Bulgaria solía cobrar demás a sus clientes, cortaba los servicios al azar y no respondía a las quejas. En Ghana las tarifas aumentaron abruptamente a mediados de los años 80 y principios de los 90.

El aumento de las tarifas representa una pesada carga para quienes pueden pagarlas, pero puede ser catastrófico para aquellos que no pueden. En Sudáfrica se desconectó el servicio de agua a casi 10 millones de personas entre 1994 y 2002, principalmente como consecuencia de la falta de pago. (La prestación privada se inició en 1997.) Se informó que las desconexiones en comunidades rurales pobres y en asentamientos informales urbanos obligaron a algunos a recurrir a fuentes de agua contaminada, desatando brotes de cólera y provocando cientos de muertes.

Luego de la privatización de los sistemas urbanos de agua de Rabat y Tetuán en Marruecos, los precios subieron, mientras el servicio se caracterizaba por una facturación confusa, irregular y con frecuencia sumamente inexacta.

En general, las concesiones privadas no han solucionado los problemas de saneamiento y han sido desastrosas para los más pobres. Lo más grave es que los concesionarios privados, como Djakarta, no hacen inversiones en el sector y se benefician con valiosos préstamos gubernamentales a una fracción de su valor.


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