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La Razón : Por fin llegó la caravana que vivió 51 horas de miedo e incertidumbre
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192 personas lograron llegar ayer por la tarde a la ciudad de La Paz después de haber permanecido en un batallón. Tres catamaranes de la Fuerza Naval los transportaron durante ocho horas hasta el puerto de Guaqui. Lágrimas y emoción en el reencuentro.

los catamarnesLOS CATAMARANES • Una de las embarcaciones fluviales de la Fuerza Naval traslada a parte de las 192 personas que lograron llegar hasta el puerto de Guaqui alrededor de las 14.00 de ayer.

63 MUJERES • Una de las pasajeras que se quedó varada durante dos semanas en Luquisani desciende de uno de los catamaranes.

ESCOLTADOS • Militares y policías acompañaron a los cinco buses hasta Río Seco, donde se desviaron hacia Villa Adela.

RECIBIMIENTO • Unas 100 personas se encontraban en la plaza Murillo el momento en que llegaron los buses con la gente rescatada por tres instituciones con ayuda del Gobierno.

El 15 de septiembre había comenzado la odisea de 192 personas que quedaron atrapadas por las piedras de los bloqueos en Luquisani, a 300 kilómetros de la ciudad de La Paz. Ayer terminaron sus penurias a las 17.55 cuando llegaron con lágrimas e historias hasta las puertas de la Catedral en la plaza Murillo, donde se fundieron en abrazos con sus familiares.

Sesenta y tres mujeres, 38 niños y 91 hombres eran parte de la caravana que arribó a la sede de gobierno después de una travesía de 51 horas en las que latieron junto a la incertidumbre, la zozobra y hasta las enfermedades físicas que afectaron a los más pequeños.

Las personas retenidas en Luquisani, anclado en la cabecera del valle, habían viajado hasta ese lugar para participar en la festividad del Señor de la Exaltación el 14 de septiembre. Sus motivos religiosos se convirtieron primero en una pesadilla y luego en un infierno cuando vieron que incluso con la ayuda de tres instituciones no les sería fácil llegar a la ciudad.

El operativo de rescate empezó el jueves de la pasada semana. Una comisión conformada por la Iglesia, el Defensor del Pueblo y Derechos Humanos se dirigió hasta Luquisani para rescatar a las personas atrapadas por el bloqueo campesino en el altiplano, con el antecedente de que el rescate del Ejecutivo en Warisata, el 20 de septiembre, había dejado como saldo enfrentamientos entre campesinos y uniformados que provocaron la muerte de seis personas.

La comitiva de rescate llegó la tarde del jueves a Luquisani, pero tuvo que postergar la salida hasta el viernes porque no encontró buses que pudieran transportar a las 192 personas que allá estaban.

Gonzalo Párraga, del Defensor del Pueblo, cuenta que lo primero que hizo la comisión es levantar un registro de los varados y buscar un médico para que atendiera a los pequeños, quienes, para entonces, ya padecían de infecciones intestinales. Tuvieron que trasladarlos hasta otros pueblos para que pudieran recibir atención médica.

La comitiva viajó con la certeza de que en la zona encontraría el bus de Adolfo Vera para transportar a los pasajeros. El viernes por la mañana, Vera recién aceptó trasladar a los varados después de una dificultosa negociación y de lograr la firma de una garantía.

A las 15.00 del viernes comenzó el traslado a pie desde Luquisani hasta Chuma. La travesía tomó por lo menos unas cuatro horas.

Una vez en Chuma, el chofer del bus retrocedió en su compromiso y dijo que no haría el recorrido. Incluso, cuenta Párraga, pidió una garantía de 50 mil dólares, lo que las instituciones no podían dar.

La noche se desplomó sobre el lugar junto con la esperanza de las 192 personas porque todo hacía ver que no saldrían del lugar por la terquedad del dueño del carro. La comisión tuvo que buscar al fiscal y al juez del pueblo para obligar a aquél a salir del lugar. En la oficina de la Fiscalía se produjo un momento de excesiva tensión porque, además, los pasajeros se agolparon para presionar a las autoridades para que les den una ayuda efectiva.

Finalmente, a la una de la madrugada del sábado, una hilera de ocho vehículos partió de Chuma.

Encabezaba la caravana una vagoneta en la que iban dirigentes campesinos de la zona que decidieron apoyar la misión y, en cada bloqueo, bajaban para negociar con los campesinos. Párraga también iba en ese vehículo. Dos vehículos seguían a la vagoneta con los más jóvenes que se bajaban a desbloquear la vía y, en ocasiones, tuvieron que volver a bloquearla porque, de otra manera, los campesinos no los hubieran dejado pasar.

Luego iba el bus en el que estaban 50 personas mayores y 25 niños. Le seguía otro, más pequeño, con 30 pasajeros y, finalmente, otros carros pequeños. Cerraba la caravana un auto de la Iglesia, para cualquier emergencia.

En la travesía no faltaron los grupos de campesinos que no querían permitir el paso de la caravana porque consideraban que los rescatados eran residentes de las ciudades que se habían olvidado de su pueblo y que sólo volvían para la festividad de algún santo.

Al menos en dos pueblos -Kochabamba y Chiwani- la caravana fue registrada por los bloqueadores, quienes querían asegurarse de que no saldrían alimentos.

Cuando atravesaban Ancoraimes, los bloqueos y la negociación con los campesinos se hicieron más difíciles. Además, esa zona está próxima a Warisata, donde se produjeron los enfrentamientos el 20 de septiembre.

Alrededor de las cuatro de la madrugada del sábado, informados de que podrían ser tomados como rehenes en Achacachi u otras localidades, los pasajeros decidieron desviarse de la ruta inicialmente trazada y se dirigieron al Batallón de Infantería de Marina, en Chaguaya. Allá llegaron a las 6.30 de ese mismo día. Las personas enfermas recibieron atención médica y todos pudieron comer, lo que habían extrañado en la vía.

Vania, una niña de cuatro años, tenía una pregunta para su tía: "¿Dónde estamos?". Ella le contestó que se encontraban en un cuartel, con los soldados. "¿Nos van matar?", preguntó la niña. Wilma Molina, la tía, contestó: "No, estos soldados son buenos".

Durante toda la jornada del sábado, la negociación se trasladó a La Paz y los pasajeros permanecieron en el Batallón.

El viceministro de Gobierno, José Luis Harb, informó que la Iglesia, el Defensor del Pueblo y Derechos Humanos se pusieron en contacto con el Ministerio de Defensa para gestionar la salida. Ya estaba establecido que no pasarían por Achacachi y la única salida disponible era el agua del lago Titicaca.

Alrededor de las 2.30 de la madrugada de ayer, desayunaron en el regimiento de Chaguaya. Luego, los pasajeros se embarcaron en tres catamaranes de la Fuerza Naval.

A las cinco de la madrugada partieron las embarcaciones rumbo al puerto de Guaqui. La travesía de 129 kilómetros la hicieron en ocho horas. Llegaron a las 14.00 horas de ayer al puerto de Guaqui, donde ya esperaban con cinco buses Nardy Suxo, del Defensor del Pueblo; Sacha Llorenti, de Derechos Humanos; y el Coronel Hernán Caprirolo, quien tenía la misión de proteger a la caravana hasta que llegue a La Paz.

Las cinco flotas que esperaban eran de los sindicatos de transportes 9 de Noviembre e Ingavi. Todo estaba en orden. De la discreción dependía el éxito del operativo.

A primeras horas de la mañana de ayer, la ruta entre La Paz y Guaqui aún presentaba algunos obstáculos de los últimos bloqueos. Al mando del Coronel Caprirolo arribaron cerca de 120 uniformados. Eran las 10.00 y no se divisaban los catamaranes de los viajeros.

Cerca de las 13.15, Sacha Llorenti se comunicó con ellos mediante un teléfono móvil y les escuchó decir que tenían hambre. Pidió que compren "todo el pan del pueblo y refrescos".

Escoltados por un barco, los catamaranes hicieron sonar sus sirenas anunciando su llegada a las 14.00.

Gonzalo Párraga, del Defensor, cuenta que los pasajeros ya estaban muy cansados y era urgente apresurar la travesía.

Las 192 personas fueron acomodadas en las flotas rápido. Allí se les distribuyó panes y refrescos. Cuando se disponían a partir, algunos dirigentes campesinos se opusieron a la presencia de los militares en el camino de retorno.

la llegadaLA LLEGADA • Algunos de los pasajeros que llegaron a las 17.55. Después se fundieron con sus familiares en fuertes abrazos.

Las fuerzas del Coronel Caprirolo se mantenían firmes y los dirigentes decían que no se moverían del puerto si los uniformados continuaban ahí. "Vámonos, estamos cansados", se escuchaban los pedidos de los viajeros. Pero, había que esperar.

Luego de una hora de negociación se llegó a un acuerdo. Los militares resguardarían a las movilidades por delante y por atrás, y no por el medio. A las 15.10, los vehículos empezaron su recorrido y las flotas se llenaron de los aplausos de los viajeros.

Durante todo el trayecto los buses fueron custodiados por efectivos del Ejército y la Policía. A las 16.50 el Coronel Caprirolo dijo: "Misión cumplida" y se despidió de la comitiva. Las flotas habían arribado a la zona de Río Seco, en El Alto.

Los carros desviaron su trayecto hacia Villa Adela. La próxima parada era Radio San Gabriel. Allí estaba el dirigente campesino Rufo Calle, el mismo que lidera los bloqueos. "No estamos contra ustedes, estamos contra el Gobierno", dijo Calle. Eran las 17.05 y los pasajeros tenían los ojos rojos debido al sueño retrasado.

Gonzalo Párraga, a las 17.55, gritó dentro de la primera flota: "Compañeros, hemos llegado". Desde la calle Socabaya se divisaban los pañuelos blancos de los familiares que recibían a su gente. Y terminaba la odisea de 51 horas...

"En Luquisani no teníamos qué llevar a la boca. Comimos tortilla de cebolla hasta decir basta". Vilma Molina Uzquiano. "La gente estaba totalmente desesperada. Todos hemos dejado en cero la tienda de don Clemencio Lipa". Alberto Choque Jové. "El padre Max Shiller, de Titicachi, nos daba misas todos los días a las siete de la noche en la plaza del pueblo". Matilde Jové de Alarcón.

"No había pañales y los niños tomaban té o café ch'ua (ralo) en vez de leche".

Alicia Ayala Campos.

2003/9/29 9:23:36


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