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Que se vayan todos, que no quede ni uno solo

I- La Argentina está en crisis: todos estamos ya al tanto. Pero ¿qué quiere decir esto? El Gobierno de los EE.UU y de los países del G-8 dicen: queremos ayudar a la Argentina, pero primero deben arreglar sus asuntos con el F.M.I. El Fondo pide aún más ajuste, como si sus recetas no fueran causa directa de la dramática situación actual.

No son pocos los observadores que destacan -agudamente- que en el fondo de esta crisis se encuentran intereses muy concretos: la dolarización completa y directa de la Argentina, su incorporación al ALCA -Tratado de Libre Comercio de América- bajo la hegemonía completa de los EE.UU y la presión sobre Brasil y el resto de América para obtener este propósito.

Luego de ser la mejor alumna, la Argentina sufre como pocos países en el mundo las consecuencias de las políticas neoliberales que hoy se difunden por buena parte del planeta. Sus políticos están en el piso máximo del desprestigio, la vergonzosa quiebra de su sistema bancario y una recesión económico es la más aguda que se recuerde. La mitad de la población está ubicada bajo el límite de la pobreza y la falta de trabajo es ya una epidemia.

Se dice que las luchas que hoy configuran el panorama social y político son una "consecuencia lógica de la crisis" y que mientras ellas continúen no habrá forma de resolver la crisis. No se dice claramente hasta qué punto las luchas sociales argentinas anteceden a la crisis argentina misma y son su única esperanaza tras el fracaso de los políticos, los empresario, en fin de las clases dominantes en su proyecto de difundir una dominación estable y duradera.

II- En Buenos Aires se grita "Que se vayan todos, que no quede ni uno solo". Es el grito unánime de la insurrección de diciembre. Intelectuales de todo pelaje se preguntan cuál es el significado oculto tras esta misteriosa combinatoria gramatical. Siempre pasa con las simples: su radicalidad las torna claras y potentes para "casi" todos...

Hoy en Argentina se discute. La angustia por la miseria se combina con la alegría de la lucha: ni optimistas ni pesimistas, la lucha nos hace felices.

Están los revolucionarios serios de ceño fruncido que nos explican que lo "importante" es la política: "señores, lo que está en juego es el poder". Y están también los escépticos de siempre, a la espera que el movimiento fracase para confirmarse en su falta de amor por la vida. Pero el movimiento no es como un pájaro de dos alas -derecha e izquierda- sino que es una multiplicidad, un movimiento de movimientos, un conjunto descentralizado de aves que volando hacen de su itinerario una interrogación fundamental.

Así se mezclan los piqueteros (desocupados que cortan rutas), las asambleas populares (asambleas de vecinos de las grandes ciudades que se reunieron a partir de la insurrección) y toda una miríada formas de un nuevo protagonismo en derechos humanos, economía alternativa, pensamiento radical, arte callejero, educación popular, etc.

"Esta en juego el poder": sí, pero de otra forma. Si lo que está en juego es el capitalismo, debemos admitir que lo conocemos más por sus efectos que en su esencia. Conocer al capitalismo es superarlo de raíz, y eso aun no se ha logrado.

En la Argentina se grita "que se vayan todos, que no quede ni uno sólo". Los políticos, los banqueros, los empresarios, los periodistas de la TV, la gente "bien" se asusta. Los intelectuales se interrogan. Pero está claro: que se vaya el sistema de la representación política, que separa protagonistas y espectadores, y que se vaya el capital que separa productores y expropiadores. "Que se vayan todos", resuena con la potencia de las verdades elementales. "Que no quede ni uno sólo", por si cabía alguna duda...

Verónica Gago y Diego Sztulwark


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